La memoria es una biblioteca
inestable estando vacía, que se robustece y estabiliza con los libros leídos.
Cuantos más volúmenes comprenda, menos parece que se fuera a caer, como si su
integridad creciera con el peso. Es una lógica reñida con la estática. En una
biblioteca real, hecha de madera y sostenida por escuadras metálicas, los
estantes se doblarían con la acumulación.
Este dislate de la gravedad
está amparado en el absurdo de que las cosas del pensar, sus razones y sus
síntomas, no pertenecen a los mundos racionales de la física. Son otros mundos,
raros, de reglas propias, no compartidas con el resto de la razón humana.
El Archivo General de la Nación es una caja con la memoria completa de
un país. Los documentos pesan, la memoria no. La memoria es un concepto, el
lugar de la tranquilidad desde donde se toman decisiones.
La memoria de un país será pesada por lo que significa, por la
carga que conlleva, pero deberá sentirse liviana para poder llevarla a todas
partes.
Suspendimos la caja en el aire
y la revestimos en vidrio, como si se tratara de un regalo valioso. Llenamos la
caja de luz, para resaltarla. Es un faro, una linterna urbana.
La memoria lleva la luz al sur.
En las alturas e iluminado
desde adentro, el Archivo General de la Nación se convierte, con mínimos
recursos, en un monumento. Si hubiera una inundación que tapara las casas, la historia
Argentina seguiría sin ahogarse, en lo alto de la ciudad.
La implantación sobre 15 de Noviembre se justifica para
recomponer el tejido urbano y completar con un programa digno el vacío que dejó
la cárcel. Esta ubicación garantiza, además, que la imagen del Archivo hacia la
ciudad no sea afectada en los sucesivos crecimientos.
Al edificio se ingresa desde
una plaza de lectura, que permite la
continuidad de los espacios públicos del Hospital Garraham. Dicha plaza sirve
como atrio y también como lugar de descanso, donde se repartirán los diarios
del día para leer sobre sillones BKF. Una pérgola de Pablo Siquier con forma de
nube resuelve en el exterior la escala necesaria para concentrarse en la
lectura. El personal y los libros ingresarán al edificio por una calle lateral
de convivencia, con los accesos y las circulaciones diferenciadas.
Las sucesivas ampliaciones irán ejecutándose sobre los sectores de deportes del terreno, siempre conteniendo y remarcando la idea de la fluidez de los espacios verdes sobre la calle Pichincha.
Cuando la ampliación concluya
se perderán las canchas, pero nunca el gesto de captación del espacio público
que proviene desde el Hospital, ni tampoco su regulación a la calle doméstica de
Parque Patricios.
Proyecto: Arq. Gustavo Nielsen, Arq. Pablo Suárez, Arq. Cecilia Alvarez Raso y Arq. Inés Migliori.
Equipo de proyecto:
Arq. Sebastián Marsiglia, Arq. Iván García Laborde, Sr. Eduardo García Izaguirre y Sr. Hernán Vitale.
Proyecto estructural: Ing. Carlos Migliori